Soneto - Cuarta clase



Un hombre muy querido en nuestro medio poético y que tiene la increíble particularidad de vender en el subte sus poemas es Don Ramón de Almagro. Él tiene, además, un escrito maravilloso en el que narra, con muchísima gracia, primero su emoción cuando comenzó a vender sus textos y le decía a su esposa: “Vieja, soy poeta”. El problema era que no había escrito ningún soneto. Cuando se decide a escribir uno comienza por averiguar acerca de la historia del soneto y se encuentra con que hace muchísimos años la única forma de comer de los enanos, los payasos, los músicos y los poetas era aprovechando los banquetes de palacio ya que podían disfrutar las sobras de los festines y las sobras de esas sobras quedaban para los sirvientes. Sucedió que los poemas eran tan largos que aburrían las panzas llenas de los comensales y una de las amantes del Rey, la favorita, le pidió a éste hiciera callar a los poetas o, al menos, acortara el tiempo de tan insoportable perorata. El Rey consultó a un matemático y éste le dijo que pusiera un tope de catorce versos pero éstos fueron tan extensos que hubo que ponerle límite al tamaño de cada verso y, de allí, surgió la métrica de las once sílabas.

Y, ya informado acerca de la historia del soneto, Don Ramón le escribió uno a su señora, es decir, a su espalda.


TO ESPALDA (SONETO IMPERFECTO)


Tu espalda es mi descanso, mi sosiego,

es la calma después de haber amado.

Tu espalda es un refugio donde llego

a lamer mis heridas, angustiado.


Tu espalda es taller de mi poesía

por las noches que paso desvelado,

tu espalda tiene el fin de cada día

con el sueño y el beso ya cansado.


Y si todo se me hace cuesta arriba,

si mi vida parece a la deriva,

más que nunca tu espalda es necesaria.


Que si es dura es la mano del destino,

tu espalda es el altar donde me inclino

para llegar a Dios… con mi plegaria.


Aprovecho para mandar un beso a Don Ramón y a su señora que, según me han dicho, se halla enfermita.

Curiosamente, yo también tengo un soneto a mi mujer, con espalda de por medio. Espero que noten las semejanzas y, además, la gran diferencia.


ANTES DE LA CENA


Después de un largo día trajinado

apoyás en mi espalda tu cabeza:

mariposa que posa su belleza,

tallo en flor que se inclina perfumado.


De tu dulce cabello despeinado

me llega, infatigable, la tibieza

y, aunque de sueño, tu pasión bosteza,

siento todo tu ser apasionado.


El pollo se cocina a fuego lento,

mi mano pone sal a la ensalada

y los gatos nos piden su alimento.


Tu cabeza en mi espalda reclinada

es una nave que encontró su rada

luego de ser herida por el viento.


¿Notaron la gran diferencia? Don Ramón reclina la cabeza en la espalda de su mujer, en cambio, mi mujer reclina su cabeza en mi espalda.