La poesía y la vida Cotidiana - (1) - Jorge Luis Estrella


La vida cotidiana se percibe apenas en algunas obras literarias y se enseñorea en otras. Pero siempre está aunque se narren guerras como en “La Ilíada” o se cuenten odiseas como en la otra obra de Homero o en el “Ulises” de Joyce o el “Adanbuenosayres” de Marechal. Por eso, me surgieron algunos textos para ilustrar la idea de que, por lo menos en la poesía que me es más cercana , puede haber ejemplos de distintas poéticas de lo cotidiano. Es sólo una idea, una mera suposición, y como tal la tiro para que la discuta quien quiera discutirla o la acepte quien quiera aceptarla.

Ya, de por sí, la poesía implica una mirada de lo cotidiano que es una dimensión en donde estalla el sentimiento hecho belleza y así podríamos tener una poesía cotidiana de lo cotidiano que significaría una cotidianeidad poética. Graciela Wencenblat tiene justamente un libro llamado “Cotidiana”. De él vamos a leer lo siguiente:

“Lejosa, entre el otoño que desafina

y una mañana de caricatura.

Vienen a comer Sócrates, la Callas, Sartre

sólo podré prepararles un revuelto de gramajo.

Hoy es el día de mi nieta Juana y quería reunirlos

saber qué piensan de la melena del león

la sopa de arvejas , el pavo real y su magnífica cola.

Hoy

con Woody Allen en el café con leche

el auto chocado

el gato sin peinar.

La poeta imagina figuras del mundo cultural contemporáneo y pretérito y las pone al lado de un revuelto de gramajo o de un café con leche. En este caso, la poesía no necesita salir de lo cotidiano para ser poesía.

Carlos Roldán, en su libro “Poesíada” nos remite, ya desde el título, a una poesía épica de lo cotidiano. En sus poemas, según mi lectura, nos dice que vivimos nuestro trabajo diario como seres humanos resistiendo heroicamente un mundo repleto de bienes pero convertido en páramo.

Va un poema de ese libro:

el fósforo

encendió al pavor de la noche

atrevió su vana temblorosa

imagen

irradió con cuanto le costaba

su propia materia su entraña dolorida

quiso ver quiso

ver

la noche que se extendía

desde mucho más allá

de lo que supiera

Aquí tenemos al fósforo, esa herramienta diaria para encender fuego, convertida en símbolo de nuestra resistencia épica, de nuestra posibilidad de iluminar en pródigo sacrificio aunque más no sea una minúscula parte de la oscuridad que nos rodea.